11.03.2007

En el Xantolo, humo, cohetes y flores guiaron a las ánimas en su camino




ARTURO JIMÉNEZ

LA JORNADA


Huejutla, Hgo., 2 de noviembre. Una vez más, como cada año, el dios Miktlantekojtli otorgó su permiso para que los espíritus de los difuntos salieran del Mictlán o Reino de los muertos, y pudieran, así, emprender el viaje de regreso a la tierra para visitar a sus familiares y seres queridos que aún viven.

Por estos días, provenientes de la orilla del Semijkayotl o Eternidad, los niños y adultos ya fallecidos estuvieron entre los todavía vivos para comer, beber y danzar ataviados con máscaras y disfraces, herramientas fundamentales a fin de poder burlar a la muerte, obstinada en llevarse sus ánimas.

Los espíritus llegaron guiados por los cohetes lanzados desde las casas, por los caminitos amarillos de pétalos de flor de cempasúchil que sus familiares hicieron desde los altares hasta la calle, por el humo del copal salido de los sahumerios y por los arcos floridos colocados ante las ofrendas, famosos aquí en la Huasteca.

Se trata de una fiesta de recogimiento y alegría, de una fiesta de vida organizada por los vivos en honor a los muertos, como indican las más ancestrales creencias indígenas, y no en honor de todos los santos, como lo propone el calendario del cristianismo católico.

Aunque en realidad lo que se observa en gran parte de las ciudades y pueblos es un sincretismo entre el antiguo Mijkailuitl o Fiesta de muertos y el Xantolo, voz nahuatlizada referida a la palabra en latín Sanctorum que, en español, quiere decir Todosantos.

De hecho, el Mijkailuitl mesoamericano se celebraba dos meses antes de las actuales fechas católicas, el 31 de julio y el 1° y 2 de agosto, como explica el lingüista, profesor, comunicador y respetado promotor cultural nahua Refugio Miranda San Román.

Las vaciladas de Macuxtepetla

Aunque las fechas del Xantolo –como más se le conoce en el mundo mestizo a los Días de Muertos en la Huasteca– comienzan el 24 de junio con la siembra de las semillas de flor de cempasúchil y siguen después otras fechas preparatorias que anuncian que los difuntos van a llegar, es el 30 de octubre cuando arrancan de lleno.

Este martes 30 de octubre en las casas se arreglaron los conocidos arcos de bejuco forrados de palmillas y adornados con ramos de flores de cempasúchil. Tras ellos se colocaron los altares, y sobre éstos, la ofrenda básica de sahumerios, copal, ceras o velas, frutas y pan.

El día 31 es cuando se espera a los angelitos o niños muertos. En casas de la ciudad de Huejutla y de comunidades vecinas se veían ya las ofrendas para los niños, quienes llegaron a partir del mediodía: comida sin chile, tamales, chocolate y otras golosinas, además de juguetes y ropa nueva.

Pero la algarabía esencial deambulaba por las calles en forma de cuadrillas de danzantes. En Macuxtepetla un grupo de jóvenes, acompañados de un trío de violín, jarana y guitarra huapanguera ofrecía en los patios de las casas la Danza de los viejos.

Cinco hombres enmascarados de viejos y sus “parejas” (varones disfrazados con vestidos, sombreros con moños y paliacates en los rostros), ejecutaban sones como El zopilote, El cazador o El toro en los solares caseros.

De tanto en tanto, algunos danzantes encabezados por el capitán se acercan al jefe de familia y le piden dinero, mientras lo vacilan en náhuatl con sugerencias relativas a las “mujeres” que los acompañan.

El riesgo del “Xantolowen”

El día 1° de noviembre es cuando, en general, en la Huasteca se espera a los difuntos adultos. Así sucedió este jueves en la cabecera municipal de Huautla y en sus comunidades.

Antes, durante el trayecto mañanero desde Huejutla, por una radiodifusora local una voz también criticaba la influencia cada vez mayor del Hallowen. Los Días de Muertos son una “fiesta de vida, con sentido místico”, mientras que el Halloowen es una “fiesta del horror”, decía.

Incluso, por la tarde, en una cervecería de Huatla, mientras un grupo de jóvenes bailaba con máscaras de plástico y diseños de monstruos y superhéroes, unos parroquianos cuarentones los vacilaban y les decían que así no era, que eso más bien parecía un “Xantolowen”.

Por la mañana, en pleno centro de Huautla, doña Beta muestra su arco, altar y ofrenda, coronados por un “cielo de frutas” que cuelga de cañas. Ella no lo sabe aún, pero ha ganado el primer lugar del concurso local.

Así lo comenta Wenceslao Alvarado Flores, del área de cultura del ayuntamiento, quien además guía un recorrido por otras casas y barrios de la cabecera y por dos comunidades cercanas: Pahuatitla y Cuatenahuatl.

En el semiurbano Barrio Hondo, en Huautla, tres Diablos con trajes rojos, embozados con tela de igual color y cadenas de fierro encabezan a un grupo que baila por las casas la Danza de los matlachines.

Ellos portan ropas viejas de hombre y “ellas” (ellos) utilizan vestidos de sus mamás o minifaldas y blusas ombligueras de sus hermanas. Todos llevan máscaras de trapo. Los acompaña un joven en la guitarra y el violinista Vicente Reyes López, alias El Querreque.

A las 12 agarran todos para el patio de la casa de doña Florencia Escudero Bravo, quien ofrece a los visitantes mole con pollo, frutas, refrescos y cerveza. Los niños muertos regresan al otro mundo, pero llegan los adultos.

Afuera, uno de sus hijos lanza al cielo varios cohetes, mientras su nuera hace un caminito de pétalos amarillos y ella prende las velas del altar, colocadas en una capillita exterior a la casa. Son las guías para sus difuntos.

En Pahuatitla se pudieron apreciar dos danzas: una de Matlachines y otra de Cuanegros, ésta última en la que “un negro” y “un español” se disputan los favores de “una mexicana”.

Para el 2 de noviembre la fiesta se traslada a los panteones municipales y comunitarios, donde también llegan cuadrillas de danzantes con sus músicos, bandas de viento, se ofrecen misas, como en la celebración de la Santa Cruz.

La despedida

Y sobre una cama de flores se ponen un rato las ofrendas de comida, que luego se comparte con familiares, amigos y quien esté cerca, como se ha hecho durante los días 1° y 2 con cualquier visitante que llegue a una casa en la Huasteca.

El visitante también representa a los difuntos que llegan del Mictlán o Reino de los muertos, por eso se le trata bien y se le recibe con alegría, ha escrito el profesor Refugio Miranda.

Al día 2 de noviembre le llaman la “bendición de los difuntos” o despedida, pues se trata de un hasta luego a los espíritus visitantes. Este día los ahijados visitan a los padrinos y entre ambos intercambian alimentos de sus ofrendas u otros obsequios.

Aunque en realidad no ha concluido todo el Xantolo o Mijkailuitl, pues el día 9 se realizará el “novenario de las ánimas”, que también incluye algunas ofrendas como tamales y chocolate.

Y el día 30, cuando también se ponen ofrendas, se quema lo que queda de las ceras o velas, se desarma el arco, se levanta el altar y se guardan las flores secas de cempasúchil, que se sembrarán en junio del año próximo.

Computadoras e identidad

El Xantolo o Mijkailuitl es en realidad parte de todo un ciclo anual de festividades y rituales indígenas que incluye el carnaval, la Semana Santa y los Días de Muertos.

Así se plantea en el libro De Carnaval a Xantolo, contacto con el inframundo (CNCA), libro coordinado por la antropóloga y especialista en danza Amparo Sevilla y que, entre sus ensayistas, cuenta al propio Miranda San Román, considerado uno de los sabios indígenas contemporáneos de la Huasteca, conocedor profundo de su lengua materna, el náhuatl, y respetado en las comunidades y municipios vecinos.

Y como el propio Miranda comparte, pese a las influencias de la modernidad y el consumismo comercial, el Xantolo o Mijkailuitl no desaparecerá y deberá resistir esos embates, como lo ha hecho hasta ahora, pues se trata de la fiesta más importante para todos los huastecos, mestizos e indígenas.

“Quizá podríamos prescindir del carnaval, pero del Xantolo no”, dice, y para fortalecer aún más la tradición recomienda estar pendientes de qué cambios son posibles y cuáles otros no.

Por ejemplo, lanza, los ancianos que aún están en plenas facultades mentales y en el clímax de su sabiduría, podrían dar conferencias y charlas en las escuelas para que los niños y jóvenes sepan cuáles son los elementos esenciales de estas celebraciones, como el amor entre los familiares vivos y muertos, la convivencia comunitaria, la fiesta, los orígenes ancestrales de los nahuas, los huastecos y, en general, de los mexicanos.

“No me opongo a la modernidad. Puedo manejar la más sofisticada de las computadoras, pero a la vez saber que yo tengo una raíz, conocerla a fondo y poderla legar a mis hijos y nietos para que sepan de dónde vienen. Nos falta hacer un poco de memoria para no deshumanizarnos. El hombre se está haciendo cada vez más una máquina.”